sábado, septiembre 01, 2007

Lecturas de Septiembre

EL CABALLERO PREGUNTÓN
Entró una vez un caballero a la bodega de su hacienda y al abrir la puerta vio adentro a Pedro Urdemales que llenaba muy tranquilamente un saco de trigo. Pedro Urdemales lo miró y como si tal cosa, siguió en su operación. El caballero, que era hombre de mucha calma, lo contempló un rato y por fin le preguntó:
— ¡Qué estás haciendo, hombre?
Pedro Urdemales le contestó con mucha flema:
— Ahora no le 'igo ná por preduntón!
El caballero lo dejó hacer; y cuando Pedro, repletó ya el saco y convenientemente amarrada la boca, se lo echó al hombro y salió con él muy suelto de cuerpo, sin mirar siquiera al hacendado, éste le dijo:
— !Bueno, pues, amigo, cuando haga tortillas, convídeme con una!
Pedro le respondió con aire indiferente.
— ¡Ahora no le doy ná por pirigüeño! — y siguió muy campante con su carga.

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Pero sin duda que una de las historias más conocidas de Pedro Urdemales es la ollita hervidora.


LA OLLITA DE VIRTUD
Una vez Pedro Urdemales estaba cerca de un camino haciendo su comida en una olla que, calentada a un fuego vivo, hervía que era un primor, cuando divisó que venía un caballero montado en una mula, y entonces se le ocurrió jugarle una treta. Saca prestamente la olla del fuego y la lleva a otro sitio distante, en medio del camino, y con dos palitos se pone a tamborear sobre la cobertera, repitiendo al compás del tamboreo:
— Hierve, hierve, ollita hervidora, que no es para mañana, sino para ahora.
El caballero, sorprendido de una operación tan extraña, le preguntó qué hacía, y Pedro Urdemales le contestó que estaba haciendo su comidita.
— ¿Y cómo la haces sin tener fuego? — interrogó el caballero y Pedro, levantando la tapa de la olla, repuso:
— Ya ve su mercé cómo hierve la comidita. Para que hierva no hay más que tamborear en la tapadera y decirle:
— Hierve, hierve, ollita hervidora que no es para mañana, sino para ahora.
El caballero, que era avaro, quiso comprarle la ollita que podía hacerle economizar tanto; pero Pedro Urdemales se hizo mucho de rogar, hasta que le ofreció mil pesos por ella y Pedro aceptó. El viejo, que creyó hacer un gran negocio, vio muy luego castigada su avaricia, pues la ollita a pesar del tamboreo y del ensalmo, siguió como si tal cosa.

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Ambos cuentos fueron tomados de esta página en donde podrán encontrar otros veinte cuentos de Pedro Urdemales.


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posted by profe_pm